Querida familia Magnificat: Al comenzar la Cuaresma, la Iglesia pide a Dios «comenzar el combate cristiano con el ayuno santo, para que, al luchar contra los enemigos espirituales, seamos fortalecidos con la ayuda de la austeridad» (Oración colecta, Miércoles de Ceniza). La liturgia, con sus gestos –la imposición de la ceniza– y oraciones, traza la temática espiritual y litúrgica de este itinerario de cuarenta días, pero además nos indica los instrumentos ascéticos para recorrerlo. Quien no conciba la vida cristiana como un combate, como la decisión por uno de los dos caminos posibles (Sal 1), como la pertenencia a una de las dos Ciudades (san Agustín), el enrolamiento en una de las dos Banderas (san Ignacio de Loyola)… todavía no sabe que, aunque Cristo ha vencido en la resurrección, quiere vencer en nosotros contra el egoísmo y el pecado. Esta es nuestra lucha: una lucha espiritual «no contra la sangre y la carne, sino contra las fuerzas espirituales de maldad» (Ef 6,12). Los instrumentos: el ayuno, la oración, la escucha, asimilación y puesta en práctica de la Palabra de Dios que se nos ofrece en este tiempo denso de gracia, la austeridad, la caridad y la limosna –«dar hasta que duela», decía la Madre Teresa de Calcuta–. Todo esto nos fortalece aunque la imagen que nos presenta el mundo sea la contraria. Salgamos de nosotros mismos hacia el Señor y hacia los demás. En eso consiste la conversión: en volvernos con la mirada y el corazón más y más a Cristo Jesús. En Jesús y María, Pablo Cervera Barranco
2 Cuaresma: 40 días Año litúrgico Cuaresma: 40 días David Amado Fernández En uno de sus sermones al comienzo de la Cuaresma, se preguntaba san Agustín: «Han llegado estas fechas solemnes que nos invitan a humillarnos y a mortificar nuestros cuerpos mediante la oración y el ayuno con mayor intensidad que en cualquier otro momento del año. ¿Por qué tiene lugar cuando se acerca la solemnidad de la pasión del Señor? ¿Cuál es el misterio que se celebra en el número de cuarenta días?» Enseñó san León Magno: «Todos los días, todos los tiempos, conservan huellas de alguna intervención de Dios. No hay ningún momento del año que no esté marcado por los sagrados misterios, de manera que las gracias que de manera constante nos llegan desde las fuentes de la salvación nos muevan a desear cada vez con mayor avidez la misericordia divina que se nos promete. Pero (…) ahora todo se nos presenta con mayor claridad y abundancia, porque no se trata de conmemorar este o aquel acontecimiento, sino que lo celebramos todo, absolutamente todo, en su conjunto. He aquí que se acerca la fiesta de Pascua». La centralidad de la Pascua nos mueve a prepararnos para ella, de manera que podamos vivirla intensamente y captar mejor su significado. Somos cristianos por la Pascua. En el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, contemplamos el punto culminante de la historia de la salvación. Jesús se entrega a la muerte por nosotros, nos libera de la esclavitud del pecado y nos abre a la vida divina. La Iglesia primitiva encontró en la vida de Jesús el fundamento para la Cuaresma. Así nos los sigue recordando
Cuaresma: 40 días 3 el Prefacio del primer domingo de Cuaresma: «El cual (Jesús), al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal». Es, por tanto, un misterio de la vida de Jesucristo en el que estamos llamados a participar. El prefacio también recuerda que, venciendo al tentador, Jesús «nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el Misterio pascual, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba». Así, la Cuaresma nos dispone más inmediatamente a las celebraciones pascuales, a la vez que nos orienta a la vida definitiva del cielo: bienaventuranza eterna que podemos alcanzar por la Pascua de Jesucristo. n Cuarenta días de diluvio universal n Para comprender mejor la Cuaresma, los Padres buscaron antecedentes en el Antiguo Testamento (por ejemplo, en sus escritos, san Máximo de Turín dice: «Veamos de dónde nació este numero sacratísimo de los cuarenta días»), y la primera figura en que se fijaron fue en la del diluvio universal, cuando «se abrieron las compuertas del cielo, y estuvo lloviendo sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches» (Gén 7,11-12). Guiados por la interpretación de san Pedro, como «símbolo del bautismo» (1 Pe 3,20), los Padres le dieron el significado de purificación. Las aguas caen del cielo para destruir el pecado, pero por ellas es salvado el hombre. La imagen es perfeccionada desde san Pablo, que afirma que somos sepultados en la muerte de Cristo para resucitar con él (Rom 6,4). El diluvio anunciaba el bautismo, pero este solo es eficaz por Jesús. Nosotros, al bautizarnos, participamos en el misterio de Cristo y nuestra vida está «escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3).
4 Cuaresma: 40 días n Cuarenta años de Éxodo n El segundo episodio en que se fijaron los Padres fue el Éxodo, donde el número cuarenta aparece en repetidas ocasiones. Así, Moisés envió exploradores, quienes «al cabo de cuarenta días regresaron de explorar la tierra» (Núm 13,25). Fue como un tiempo de conocimiento. Pero el pueblo se asustó y no quiso entrar en aquel país y por eso fueron castigados con una larga travesía por el desierto: «Según el número de días que explorasteis la tierra, cuarenta días, se contará un año cada día; esto es, cargaréis con vuestras culpas cuarenta años, y así sabréis qué es rebelarse contra mí» (Núm 14,34). Ese tiempo de castigo, fue recordado por el pueblo de Israel como tiempo de prueba: «Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre para alimentarte luego con el maná, desconocido de tus mayores; para que aprendieras que no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor» (Dt 8,2-3). Pero también como tiempo de gracia: «Durante estos cuarenta años, el Señor, tu Dios, ha estado contigo, sin que te haya faltado nada» (Dt 2,7). Igualmente se nos dice que «Moisés se adentró en la nube y subió a la montaña, en la que permaneció cuarenta días y cuarenta noches» (Éx 24,18). Es un tiempo de compañía en el Señor, de trato en la intimidad. Pero en una segunda ocasión, después del episodio del becerro de oro con el que Israel ofendió gravemente a Yahvé, «Moisés estuvo arriba con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber» (Éx 34,27). Es un tiempo de penitencia. n Elías en el monte Horeb n El tercer episodio en que se fijaron los Padres de la Iglesia son los cuarenta días que duró el viaje de Elías hasta
Cuaresma: 40 días 5 el monte Horeb, donde se encuentra con el Señor (1 Re 19,8). Para ello fue milagrosamente alimentado con pan y agua (que evocan el ayuno, pero también el alimento sobrenatural y suficiente). Es un tiempo de camino. Moisés y Elías, presentes también en la trasfiguración, nos señalan en sus encuentros con el Señor en lo alto de la montaña que hemos de volver al origen de la Alianza (Ratzinger). Precisamente el demonio, con sus tentaciones, intenta apartar a Jesús del plan de la redención. Para nosotros, la Cuaresma es una invitación a focalizarnos en el origen de la Misericordia divina, a ponernos sobre el fundamento que es Cristo y su misericordia. Las prácticas cuaresmales alejan la posibilidad de fabricar ídolos, nos recuerdan nuestra fragilidad y nuestra pertenencia a un pueblo, y expresan en la súplica el deseo de ser renovados por la gracia de Dios. n Goliat provoca a Saúl. Jonás y Nínive n Hay otros textos que, desde el Antiguo testamento, iluminan la Cuaresma, como los cuarenta días en que Goliat, el filisteo, tanto por la mañana como por la tarde, se adelantaba para provocar al ejército de Saúl (1 Sam 17,16), o el plazo en que Jonás anuncia que Nínive será arrasada (Jon 3,4). Se nos representa como un tiempo de amenaza y tribulación, que también es tiempo para convertirse al Señor y el signo de su paciencia. Podríamos encontrar otras referencias, pero el número cuarenta –que, referido a años, puede indicar una generación, o también un tiempo maduro y acabado– señala, más que un período determinado, el tiempo disponible pero también el tiempo suficiente. Las imágenes del pasado nos ayudan de alguna manera, como anota san Pablo: «Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para
6 Cuaresma: 40 días escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades» (1 Cor 10,11). Ahora lo vivimos todo desde Cristo en el misterio de la Iglesia. Así nos lo recuerda la segunda lectura del Miércoles de Ceniza: «Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: “En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé”. Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2 Cor 6,1-2). En cualquiera de las dimensiones que lo contemplemos, el tiempo de Cuaresma ha de ser vivido con el Señor. Evoca los cuarenta días de Jesús en el desierto, pero nos dispone para la Pascua. Señaló san Agustín: «Cristo se dejó tentar por el diablo para ser nuestro mediador y ayudarnos a triunfar de las tentaciones de este, no solo con su auxilio, sino también con su ejemplo». l
Vía crucis Vía crucis Francisco Fernández Jiménez n Saludo inicial n Nos hemos reunido para recorrer con Cristo nuestro camino de la cruz. Este camino es el sendero que debe transitar todo hombre en su existencia, marcada por el pecado. Pero hay un motivo de gozo, el mismo Señor ha querido bajar a lo más profundo del hombre y tomar la cruz de cada uno de nosotros y llevarla hasta morir en ella para que, finalmente, podamos resucitar con él para siempre. ¡Qué abismo de generosidad el del Corazón de Cristo, que nos abraza en nuestra existencia pecadora para sanarla desde dentro! Vivamos este vía crucis como nuestro vía crucis con Cristo. n Oraciones iniciales n Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. n Acto de contrición n Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador Padre y Redentor mío, por ser vos quien sois, bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. También me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén. Vía crucis 27
n Primera estación n Jesús es condenado a muerte V/MTe adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/MPorque por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del evangelio según san Mateo 27,24-26 Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!» Todo el pueblo contestó: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. La condena a muerte del único justo fue totalmente injusta. Movidos por los odios, por no querer salir del pecado, por el miedo al qué dirán o por la cobardía de quien debería haberlo defendido, Jesús es condenado a muerte. Asume así nuestra condena a muerte justamente merecida por el pecado. Cristo se hace cercano a mí, a mi situación, quiere cambiar la condena a muerte en absolución y vida. Pensemos nosotros un momento en nuestra actitud. ¿Condenamos a Cristo que vive en cada hombre, especialmente en los más pobres, con nuestras palabras y acciones, como los judíos y Pilato, o nos acercamos con misericordia al hermano para acompañarlo en su dolor, como Jesús? V/ Pequé, Señor, pequé. R/ Ten piedad y misericordia de mí. n Segunda estación n Jesús carga con la cruz V/MTe adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/MPorque por tu santa cruz redimiste al mundo. 28 Vía crucis
MIÉRCOLES 5 DE MARZO Miércoles de Ceniza Con la conmemoración del Miércoles de Ceniza comenzamos la Cuaresma. El evangelio de hoy nos habla de limosna, oración y ayuno, e insiste en que estas prácticas no las realizamos para ser vistos por los hombres, sino por Dios. Corría el año 2006 cuando el papa Benedicto XVI visitó Alemania y, al término de este viaje, dijo que su propósito había sido «poner de relieve a Dios». Quizá esto sorprendió a muchas personas, porque su viaje consistió en encontrarse con mujeres y hombres de Iglesia, que se sobreentiende que vivimos centrados en la fe. No siempre es así… A veces también nosotros vivimos de espaldas a Dios. La Cuaresma es un tiempo de gracia en el que hemos de mirar y atender de nuevo al Señor. Vivimos pendientes de lo que piensan los demás, de lo que otros dicen, de lo que está bien o mal visto, de lo que se lleva o de lo que no se va a entender. Y esto nos resta libertad interior, nos atenaza de alguna manera, nos hace vivir –como se suele decir– «de cara a la galería». Cuando Jesús nos pide que oremos, ayunemos y demos limosna para agradar a Dios, desea liberarnos de la servidumbre de vivir «de tejas para abajo». ¿Está Dios contento conmigo?, ¿le agrada al Señor mi vida? La Cuaresma que iniciamos es una oportunidad de volver al Señor: tenerle en cuenta, permitirle el protagonismo que él ha de tener en nuestra vida, liberarnos de una vida de apariencias. Manuel Vargas Cano de Santayana (reflexión basada en Mateo 6,1-6. 16-18) Padre, dame la gracia de concentrarme con todo mi corazón y mi mente en la justicia de tu reino. Penitencia sugerida para hoy Ofrece tu ayuno del Miércoles de Ceniza por todos aquellos que están atrapados por el pecado. 42
46 DOMINGO 9 DE MARZO Primer domingo de Cuaresma Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,1-13 En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión. * * *
47 Javier Igea López-Fando La liturgia empieza la Cuaresma con el evangelio de las tentaciones del Señor. Es su Cuaresma, y nos enseña lo que es la nuestra. Corremos el peligro de desvirtualizar nuestra propia Cuaresma y dejarla para más adelante. –Hay tiempo, decimos, todavía queda mucho para la Pascua, y de repente, nos plantamos en la semana de Pasión, sin haber hecho prácticamente penitencia. Este tiempo es un gran don de Dios. El fin es la conversión que nunca hemos de dar por supuesta. La necesitamos. Esta parte de un supuesto: estamos muy lejos de vivir el evangelio, yo por lo menos. Vivimos cómodamente en Egipto, y esto no nos causa ningún problema. Así, necesitamos vivir la Cuaresma en verdad. Cristo fue al desierto porque el pueblo de Israel salió de Egipto para ir a la tierra prometida. Él quiso recorrer el mismo camino. Y este evangelio nos invita a ello. Cuarenta días es tiempo suficiente para nuestra conversión y poder renovar nuestra vocación de bautizados en la noche de Pascua. Orar este evangelio es contemplarlo. Y uno en la oración se convierte en aquello que contempla, de tal modo que «es lo que contempla». Guardini sostiene que Jesús ayunó de verdad los cuarenta días, y al final es cuando le vino un momento de debilidad suprema. Ese momento lo aprovecha el demonio para tentarle, y Jesús responde con la Palabra de Dios. Los días que ayunemos, oremos de modo especial con la Palabra de Dios para vencer las tentaciones con esta arma y vivir la conversión. l Dios amoroso, haz que mi mirada sobre mí y sobre todas las personas refleje tu paternal mirada sobre todos nosotros. Penitencia sugerida para hoy Haz diez minutos de lectura de la Biblia. «El domingo, “día del Señor”, es el día principal de la celebración de la Eucaristía porque es el día de la resurrección. Es el día de la asamblea litúrgica por excelencia, el día de la familia cristiana, el día del gozo y de descanso del trabajo. Él es “fundamento y núcleo de todo el Año litúrgico” (SC 106)». (Catecismo de la Iglesia Católica, 1193)
94 Domingo de Pascua Surrexit Dominus Vere, Alleluia!!! Padre todopoderoso, que el aleluya de la Iglesia llene mi corazón porque tu Hijo ha ganado también para mí la victoria, aun cuando ni siquiera puedo entenderlo.
95 Colaboradores en este número Pablo Cervera Barranco Sacerdote de la archidiócesis de Madrid. Doctor en Teología, licenciado en Filosofía. Redactor jefe de la edición española de Magnificat. David Amado Fernández Sacerdote de la archidiócesis de Barcelona. Licenciado en Filosofía. Adscrito a la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús (Barcelona). Redactor de Magnificat. Jorge de la Cueva, SJ (†) Francisco Fernández Jiménez Sacerdote de la archidiócesis de Toledo. Doctor en Teología y doctor en Filología clásica. Subdirector del Instituto Superior de Estudios Teológicos San ldefonso (Toledo) Manuel Vargas Cano de Santayana Sacerdote de la diócesis de Getafe. Doctor en Teología. Vicario episcopal del Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid). Colaborador habitual de Magnificat. Manuel González López-Corps Sacerdote de la archidiócesis de Madrid. Doctor en Liturgia. Colaborador habitual de Magnificat. Javier Igea López-Fando Sacerdote de la archidiócesis de Madrid. Doctor en Astrofísica y licenciado en teología. Párroco de Santa Elena (Madrid). Juan Manuel Sierra López Sacerdote de la archidiócesis de Toledo. Doctor en Liturgia. Capellán, profesor y canónigo Mozárabe. Colaborador habitual de Magnificat. Arturo José Otero García Sacerdote de la diócesis de Alcalá. Licenciado en Teología Espiritual. Delegado de Misiones de la Diócesis y de las OMP. Párroco de Nuestra Señora del Val (Alcalá de Henares).
96 Magnificat Especial Cuaresma 2025 Director de la redacción: Pierre-Marie Dumont Redactor Jefe: Pablo Cervera Barranco Redacción: David Amado Fernández Secretaria de la redacción española: Ángela Pérez García Colaboradores en este número: Meditaciones diarias: Pablo Cervera Barranco; Javier Igea López-Fando; Manuel Vargas Cano de Santayana; Manuel González López-Corps; Juan Manuel Sierra López; Arturo Otero; David Amado Fernández Comentarios de los evangelios de los domingos: Javier Igea López-Fando; Pablo Cervera Barranco Examen de conciencia cuaresmal: Jorge de la Cueva, SJ (†) Vía crucis: Francisco Fernández Jiménez Secretaría general de redacción (España, Francia, Estados Unidos): Arnaud Gancel Primer secretario de redacción: Georges Boudier Iconografía: Isabelle Mascaras Portada: Georges Boudier Maquetación: Georges Boudier Revisor: Ignacio Muñoz Bielsa Portada: Cristo en Getsemaní, Francisco de Goya (1746-1828), Museo del Louvre, París, Francia. © RMN-GP/Benoît Touchard. Magnificat es publicado por Magnificat Inc. con la licencia de la Conferencia Episcopal Española. © Conferencia Episcopal Española, 2015, para los textos litúrgicos. © Magnificat Inc., 2025, para toda la obra. Todos los derechos reservados para todos los países. Impresión: Druckerei C.H.Beck, Nördlingen (Alemania).
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